domingo, 27 de noviembre de 2016

dia de viaje..

Desde que embarqué en Madrid tenía claro que el viaje hasta Bohol no iba a ser tan sencillo. Largas horas de avión y aeropuerto que tuve que pasar fueron agotadoras. Además le sumamos que las nueve horas de vuelo de Dubai a Cebú no fueron en un asiento amplio, que me  obligaba a estar constantemente de pie y sin poder pegar ojo. 
Aunque en el último vuelo no estaba cómodo por el reducido tamaño del asiento, la tripulación de abordo se portó sensacional. En todo momento hablaban conmigo y me ofrecían cualquier tipo de comida o bebida para intentar solventar la incomodidad de mi viaje. Me pareció que Emirates es de las mejores tripulaciones que tiene, aparte que los aviones están a la última en tecnología y disponen en su flota con el más grandes de los Air bus que existen. El trato que recibí por su parte fue sobresaliente.

Al aterrizar en Cebú ese cansancio se empezó a transformar en alegría. De repente los cielos estaban despejados. No había ningún indicio de tifón por ningún lado y los puertos estaban abiertos nuevamente. En este país los tifones vienen y van en cuestión de horas. Contacté con la prima de mi amigo y cancelé mi estancia en Cebú. Deseaba llegar cuanto antes a mi hotel y descansar, aunque en esos momentos el subidón de felicidad por llegar a Filipinas me hizo olvidarme del cansancio.

Al salir del aeropuerto me metí un taxi y le indiqué que directo al puerto. El trayecto fue de casi como de una hora. Con atascos monumentales y un caos circulatorio que no era capaz de entender bajo que código de circulación se regían. En esa hora vi gran parte de la ciudad ya que el taxista me hizo una especie de recorrido turístico hasta llegar al puerto.

Aquí es donde otro tifón me atizó fuertemente durante el trayecto. 
Este tifón no tiene causas climatológicas pero es de una fuerza bestial.
Este tifón no causa un daño físico, pero si que te deja marcado internamente.
Este tifón al que me refiero no es otro que el darse de bruces con la realidad de una ciudad Filipina como es Cebú. La pobreza que se respira en sus gente no es imaginable cuando se habla de este país. Hay que vivirlo y circular por sus calles para ser conscientes. 
Barriadas de casas que se caían con solo soplarlas, gente tirada en la calle que no importaban a nadie, niños corriendo desnudos por la carretera… podría pasarme un buen rato enumerando lo que me llamó la atención de este tifón. pero sin duda lo que más me impacto de todo este sorpresiva visita de Cebú, fue al salir del taxi y ver que todo el mundo te saluda y te sonríe. No mostraban caras tristes. Se respiraba humildad y bondad en cada “Hello Sr.” y siempre te saludan cuando cruzan una mirada contigo. Nadie mira al suelo para evitar un saludo como estoy acostumbrado en España. Y entablar conversación es tan fácil como preguntarles “qué tal estás?”

Al llegar al puerto entendí que la palabra PACIENCIA adquiere otro sentido cuando llegas a Filipinas. Aquí no hay estrés. Cuando un barco se retrasa, como me pasó al llegar al puerto, nadie preguntaba a que hora estimaban que pudiera salir ni las causas. Tanto es que ni los de información de la compañía te decían una hora concreta si les preguntabas. Así que ya eso me remató. Me caía de sueño y daba cabezadas por donde podía sentarme, en ese abarrotado puerto marítimo. 
Al cabo de dos horas llegó el barco y me senté en unas mini butacas que justamente entraba. Ahí daba cabezadas a diestro y siniestro. Ya perdí las cuentas de horas que llevaba viajando. Pero al final llegé a Tagbilaran!

Rapidamente salí y fui a por un jeepney. Curiosa moto de 125cc a la que le han montado un armazón para poder llevar gente. Os diré que iba solo pero he llegado a ver a 6 personas en esos aparatos! Ah y no es de extrañar ver a tres personas en una esccoter circulando por las carreteras. 



Tardé como media hora en llegar hotel y como un zombi me registré y dejé todo a un lado y me acosté.
El viaje me había dejado muy cansado y la falta de sueño hacía mella en mi.
Asi termino un intenso día contrastes.


Un saludo!

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